sábado, 21 de julio de 2018

editorial


Como siempre en momentos de mundial, ciertos valores patriotas afloran al mejor estilo nacionalismo estadounidense. Decenas de banderas empiezan a vestir ventanas y como por arte de magia cierta unión comienza a ser parte de la vida diaria de cada uno. Muchos podrán decir que mientras nuestra parte lúdica nos hace estar pegados a un televisor, infinidad de cuestiones siguen pasando por detrás de una especie de anestesia que atomiza a todos mientras los destinos de nuestro país quien sabe hacia donde se dirigen, a las pruebas de 40 años atrás vale remitirse. Desde hace mucho sabemos que todos sacan provecho, buenos y malos y nos ubican, no sin motivos quizá, en el lugar de "alienados útiles" que durante un mes le hacen la vista gorda a los verdaderos problemas que como argentinos nos aquejan día a día. Pero como a veces es necesario ir algunos pasos hacia atrás, sería bueno quizá, preguntarse qué es lo que genera que la gente necesite tanto distraerse. Como así también empezar a pensar porqué nos hace falta tanto de ese hocio que nos ayude a vivir nuestros días, de esas ilusiones en las que nosotros mismos no nos permitimos creer de no ser porque dentro de poco juegan Messi y compañía. Así, desde el 16 de Junio, probablemente creamos que nos queremos un poco más entre todos, aunque sea durante un mes. Ahora bien, si eso pasa, no importa en que contexto, es porque hay un valor que sigue existiendo, al márgen de la euforia que una pelota y un chico sobre el que depositamos todas nuestras frustraciones y todos nuestros sueños truncos nos pueda movilizar.
Los argentinos necesitamos de una autocrítica seria, que no responda a los intereses de ciertos grupos que creemos erradamente de pertenencia y que nos pueda dotar de ideas genuinas para que salir adelante como país no dependa de que Higuaín la tire o no afuera en una final, algo que habla de nosotros, que nos define y que no debería generar otra cosa que avergonzarnos y desde ahí buscar ser un poco más que eso.


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