domingo, 17 de julio de 2016

editorial

Amigables, confianzudos, alegres, cariñosos, fieles, fanáticos, egoístas, soberbios, competitivos, inteligentes, ignorantes, habladores, mentirosos. La argentinidad al palo de la que habla el Pelado Cordera en su canción homónima con la recordada Bersuit no es precisamente una exaltación de nuestras virtudes, más bien una apología de nuestras imperfecciones, de las que muchas veces hasta estamos orgullosos, ser Argento es eso.  El Argento no quiere que le digan qué debe hacer, toma decisiones por su cuenta, a veces pésimas, se pierde y sólo se encuentra en su mundo chico, ese que compone un puñado de personas entre familiares de sangre directa y hermanos de la vida. Dentro y en el fondo, es inofensivo, buenito, tierno. Pero afuera, en la jungla, se camufla, se burla de sí mismo y de los demás.  La AFA, Mirtha Legrand, Tinelli, La política toda y sus nombres propios (todos), Rial, La Camiseta, Darín, Cristina, Intratables, Francella, Macri, Pampita, El Periodismo, La Iglesia, La Bandera... Messi. Hay que volver a pensar en nosotros mismos, en lo que queremos, en lo que aplaudimos, en lo que nunca retenemos y en lo que es preciso distinguir. ¿Cuántas frustraciones personales más vamos a poner en la espalda del otro? ¿Cuántas veces más vamos a mentirles a propios y extraños con la historia de pensar en el prójimo cuando todos los días nos levantamos con la idea primaria de sacarle ventaja al mundo?¿En qué somos cada uno, desnudo, mirándose al espejo, número 1 del mundo?¿En qué actividad, disciplina, ciencia, somos número 300 del mundo, 1000 del mundo? y nos enojamos con los que tienen eso que nosotros no, porque nuestro ego explota ahí, donde no está lo que deseamos. ¿Porqué se cree que valorar al otro aumenta el propio descrédito?  Se postula ese momento introspectivo que nos haga ganar no una copa del mundo, no una final de Copa América. Que nos haga ganar una nueva perspectiva sobre las escalas de valores del espíritu humano, no tanto las impuestas.

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