miércoles, 7 de septiembre de 2016

editorial

“Lo más importante de los Juegos no es ganar sino competir, así como lo más importante en la vida no es el triunfo sino la lucha. Lo esencial no es haber vencido sino haber luchado bien”. De esta manera se define el sentido de las olimpiadas, pero para un atleta ganar y alcanzar el oro representa uno de los logros más importantes de su carrera deportiva, no alcanza con la competencia. Para poder participar de los juegos olímpicos, los atletas requieren de una dedicación total y de mucho dinero que generalmente no aporta el estado. Pero las medallas obtenidas tienen un precio. No se trata de un premio obligatorio porque no está estipulado por el Comité Olímpico Internacional sino por las organizaciones deportivas de cada país como incentivo para sus deportistas, por eso el premio depende de la medalla que logren y de la decisión de cada estado. No es lo mismo EE.UU., que se encuentra liderando estos valores, que otros países del mundo. Se debe destacar el caso de Suecia, que mantiene la esencia del pensamiento de Pierre de Coubertin, creador de los juegos olímpicos y de la frase del comienzo de esta editorial, en el sentido de que sea una competencia sin recompensa económica. Las olimpiadas llegaron a su fin y después de muchos años oscuros, algunos atletas volvieron al país con la preciada medalla dorada y el objetivo de seguir esforzándose para volver a competir dentro de cuatro años. No tendremos el presupuesto de las potencias, es más fácil disponer del dinero cuando no falta, pero no se puede soslayar el trabajo del ENAR en estos últimos años. Londres 2012 fue una de las peores cosechas de nuestra historia y muchos se rieron cuando el discurso era “nos estamos preparando para dentro de cuatro años”. Sin caer en la desmesura, algo de cierto había.

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