martes, 11 de marzo de 2014

visitación de loyola - la mujer y su lucha

Marzo es el mes de la Mujer y de la Memoria por la Verdad y la Justicia, un momento del año que se caracteriza por su gran contenido social. Quisimos conocer a una mujer que enlace ambas fechas y por eso entrevistamos a  Visitación Folgueiras de Loyola, una de las primeras integrantes de la agrupación de Madres de Plaza de Mayo. “Visita” como la llaman sus compañeras reside en una modesta casa de Caseros. Es una de las tres Madres que viven en nuestro distrito. Es una mujer humilde, de 89 años que a simple vista parece dura, pero con el transcurrir de la charla deja entrever su sensibilidad y el dolor que aún hoy después de tantos años, le provoca su historia de vida. Su hijo Roberto Mario Loyola de 22 años y su nuera “Sandi”, Dominga Maizano de 21 años, fueron secuestrados el 21 de diciembre de 1976 en su casa de Loma Hermosa, donde vivían con su pequeño hijo.
¿Qué sabe de ese momento?
Ese día mi nuera estaba cocinando con una vecina que le enseñaba una receta. La vecina con mi nieto en brazos, fue hasta su casa a buscar un condimento que necesitaban para la comida, fue en ese momento cuando como salvajes, ingresaron a la vivienda y se los llevaron. Nosotros nos dimos cuenta que algo había pasado, porque ellos tenían por costumbre pasar todas las noches por casa y esa noche no lo hicieron. Al día siguiente mi marido fue hasta Loma Hermosa y al llegar ,se encuentra con la sorpresa de que había gente que se estaba llevando los muebles, al preguntar que pasaba, le apuntaron y le dijeron que sus hijos estaban prófugos. A mi marido le pegaron mucho, lo lastimaron, pero lo dejaron ir. Los vecinos, testigos de lo sucedido, un matrimonio uruguayo muy solidarios, tuvieron que mudarse porque los estaban vigilando. Desde ese momento nuestra vida fue un continuo deambular, primero radicamos  la denuncia en la comisaría 3ra de Villa Lynch, allí nos dijeron que no sabían nada, después se comprobó que frente al destacamento, en un jardín de infantes, funcionaba un centro de detención donde se estaba torturando gente. Estuvimos en Tribunales, recorrimos todas las comisarías, fuimos a ver al obispo de la diócesis de San Martín, Monseñor Menéndez, que no era militar pero profesaba sus mismas ideas, formaba parte de Caritas y administraba toda la economía de la curia, se quiso escapar y lo corrimos, lo agarre de la sotana y le pregunte donde estaban mis hijos, por supuesto su respuesta fue que no sabía, que me acercara a la Iglesia Stella Maris, en Retiro, que ahí me iban a dar información, mentiras. Íbamos a todos lados, no sabíamos a quien recurrir, presentamos habeas corpus. Los únicos que nos prestaron atención en ese momento fueron los integrantes de la Cruz Roja. Cuando volvimos a casa de mis hijos, pregunté por mi nieto, Pablo, que en ese entonces tenía seis meses, lo tenía la vecina, si no hubiese sido así, también tendría un nieto desaparecido.
¿Cuál fue su pensamiento cuando se enteró del secuestro?
Lo primero que sentí fue  “me los van a devolver”, yo sabía que no habían hecho nada malo, solo trabajar. Concurrían a los barrios carenciados de José L. Suárez, colaboraban mucho junto a otros compañeros que yo conocía, porque cuando llegaba de la fábrica Grafa donde trabaje 35 años y conocí a mi marido, me encontraba con ellos, estaban en mi casa, tres eran médicos del Policlínico de San Martín. Me sentía furiosa y triste a la vez, porque no tenían derecho a llevárselos. Sabía que eran buenas personas, estaba muy orgullosa de mi hijo, sabía lo que hacía, que estaban ayudando. Cuando Marito abría la heladera y la veía muy llena de alimentos, me decía “mamá tenemos que  compartir con los que tienen menos, no dar lo que te sobra, sino compartir lo que tenés”  yo contestaba que trabajaba para tener lo que tenía y el me decía “hay gente que no puede trabajar porque no hay trabajo para ellos”. Una vez le pregunte por una campera que le había regalado y me dijo que se la había dado a alguien que la necesitaba más que el, porque la que el tenía, todavía estaba en buenas condiciones. Tanto mi hijo como mi nuera trabajaban mucho por los más necesitados, en las villas no había agua y ellos les instalaban bombas para sacar el agua de los pozos, hacían una tarea social, daban a clases a las madres para enseñarles como cuidar y tratar a sus hijos. Llegaban muy cansados pero felices, por eso digo que fue una injusticia lo que hicieron con ellos.
¿Cómo fue el encuentro con la Madres?
Al principio no encontrábamos con otras madres en las Iglesias, en mi caso en la de Villa Pineral, en Caseros y cuando éramos más, para no despertar sospechas nos reuníamos en las misas de la Iglesia de José L. Suárez. En un comienzo no iba los jueves a la Plaza por mi trabajo, pero sí,  participaba de las reuniones que eran entre las seis y las siete de la tarde, iba a todos los lugares donde iban las madres
¿Cumplía alguna función específica?
Nada, yo acompañaba, era una más, que luchaba para encontrar a mis hijos con mi marido, siempre a mi lado, el trabajaba en el correo y a la hora de la ronda en la plaza, se iba para allá. Al principio nos poníamos el pañuelo con el nombre de cada hijo, yo llevaba el de los dos, Sandi y Mario, pero después al saber que había algunas mamás que no venían, decidimos pedir por los 30 mil desaparecidos.  Hubo un periodo en que se quería acallar nuestra lucha, decretando que los desaparecido estaban muertos, si eso pasaba caducaba la causa, por eso teníamos un eslogan “con vida se los llevaron, con vida los queremos” Buscábamos justicia, porque el delito que se había cometido no debía prescribir y las causas por homicidio después de un tiempo concluyen y se cierran. Esa fue nuestra lucha dentro de la democracia. No podíamos aceptar la obediencia debida y el punto final. La historia no debía terminar, ni quedar inconclusa.
¿Como era la relación entre las Madres?
Había diferentes ideas, algunas éramos más activas y otras más diplomáticas. Azucena Villaflor, estaba en nuestra línea, fue una de las desaparecidas. Estábamos juntando plata para publicar una solicitada, lo que no fue fácil, pero pudimos hacerlo, la publicamos en el diario La Nación. Cuando Azucena fue a comprar el diario para leer la solicitada que habíamos publicado, en la esquina de su casa, la secuestraron, fue después del secuestro de las monjas y de dos madres de la Iglesia de la Santa Cruz.
¿Porque cree que decidieron secuestrar a Azucena?
Ella era directora de escuela, muy activa y muy conocida, las demás éramos amas de casa, obreras, ella fue la cabeza del grupo, nuestra lider. Después de todo lo que pasó, el 22 de agosto de 1979, se realizó una elección en la que gano Hebe por amplia mayoría y en 1986 quienes no estaban de acuerdo se alejaron y formaron otra agrupación a la que llamaron Línea Fundadora.
¿Que fue lo que separo a las madres?
Uno de los problemas fundamentales tuvo que ver con una cuestión económica. Fue cuando el Dr. Alfonsín quería indemnizarnos, para eso debíamos firmar un certificado en donde aceptábamos que nuestros hijos estaban muertos. Nuestra postura fue un no rotundo, ”no vender la sangre de nuestros hijos”, “no a la exhumación de cadáveres”, porque muchos fueron arrojados al mar, drogados, en bidones  con concreto, (según cuenta Adolfo Stilingo en “Relatos del Horror”) lo que hacia imposible que aparecieran sus restos. Fue ahí cuando nos convertimos en Madres de los 30 mil Desaparecidos.  Ahora cada línea lucha a su manera y nos respetamos las unas a las otras. Nosotras ya no nos ocupamos de los juicios, para eso están los abogados. Lo que si hacemos es seguir el camino de nuestros hijos, mejorando la vida de los que más necesitan, por eso trabajamos en los barrios más necesitados, hacemos caminos, cloacas, agua corriente, gas, bibliotecas. Hemos vivido una defraudación muy grande, teníamos la ilusión de hacer viviendas, pero aquellos en los que tanto creímos, nos estafaron y por ahora no podemos. Cada una de nosotras tiene su idea política, pero simpatizamos con  el gobierno de Néstor y con el de Cristina. que fueron quienes nos revindicaron y se solidarizaron con nosotras. Después de todos estos años hemos logrado otra relación con las fuerzas armadas, muchos militares jóvenes han hecho un cambio, han venido a la Asociación a pedir disculpas y algunas veces hasta nos acompañan a las villas. Ha pasado el tiempo, sin embargo todos los días pienso en ellos y cuando me pongo el pañuelo, es como que me lleno de una energía que me hace fuerte para seguir adelante en esta lucha.
















1 comentario:

  1. Que gigante esta familia, gracias por tanta lucha. Seguimos apoyando de mendoza :)

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