Amigables, confianzudos, alegres, cariñosos, fieles,
fanáticos, egoístas, soberbios, competitivos, inteligentes, ignorantes,
habladores, mentirosos. La argentinidad al palo de la que habla el Pelado
Cordera en su canción homónima con la recordada Bersuit no es precisamente una
exaltación de nuestras virtudes, más bien una apología de nuestras
imperfecciones, de las que muchas veces hasta estamos orgullosos, ser Argento
es eso. El Argento no quiere que le
digan qué debe hacer, toma decisiones por su cuenta, a veces pésimas, se pierde
y sólo se encuentra en su mundo chico, ese que compone un puñado de personas
entre familiares de sangre directa y hermanos de la vida. Dentro y en el fondo,
es inofensivo, buenito, tierno. Pero afuera, en la jungla, se camufla, se burla
de sí mismo y de los demás. La AFA,
Mirtha Legrand, Tinelli, La política toda y sus nombres propios (todos), Rial,
La Camiseta, Darín, Cristina, Intratables, Francella, Macri, Pampita, El
Periodismo, La Iglesia, La Bandera... Messi. Hay que volver a pensar en
nosotros mismos, en lo que queremos, en lo que aplaudimos, en lo que nunca
retenemos y en lo que es preciso distinguir. ¿Cuántas frustraciones personales
más vamos a poner en la espalda del otro? ¿Cuántas veces más vamos a mentirles
a propios y extraños con la historia de pensar en el prójimo cuando todos los
días nos levantamos con la idea primaria de sacarle ventaja al mundo?¿En qué
somos cada uno, desnudo, mirándose al espejo, número 1 del mundo?¿En qué
actividad, disciplina, ciencia, somos número 300 del mundo, 1000 del mundo? y
nos enojamos con los que tienen eso que nosotros no, porque nuestro ego explota
ahí, donde no está lo que deseamos. ¿Porqué se cree que valorar al otro aumenta
el propio descrédito? Se postula ese
momento introspectivo que nos haga ganar no una copa del mundo, no una final de
Copa América. Que nos haga ganar una nueva perspectiva sobre las escalas de
valores del espíritu humano, no tanto las impuestas.
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